La Casa Grande, así llaman en el pueblo a esta casa-palacio, quiere ser el hotel que a sus dueños les gustaría encontrar si llegaran, como usted, a Arcos de la Frontera.
Conserva el espíritu rústico de las casas-palacio de la Sierra de Cádiz. Los actuales propietarios de la espléndida mansión del siglo XVIII, erigida por los Nuñez de Prado López Maldonado, viven y trabajan en ella y han habilitado además una pequeña casa de huéspedes, sumamente tranquila, que respeta la solera de la casa con estilo y comodidad.
Desde la soberbia terraza o las habitaciones, las vistas son impresionantes, aquí, al borde de la Peña verá volar los pájaros bajo sus pies.
Un paisaje maravilloso la envuelve: los campanarios tostados de Santa María y de San Pedro velan la casa, la vega del río Guadalete se despereza bajo sus pies, el aire permanente sesgado por los pájaros, la Peña vertiginosa... Un encanto irresistible se transmite puertas adentro. La fuerza de ambos, entorno e interior, se han intentado reflejar en la restauración y acomodo de los alojamientos: dos suites y cuatro dobles.
Las solerías originales de terracota, la antigua viguería de madera, las columnas de piedra, las bóvedas encaladas, hablan de siglos de señorial rusticidad. Los motivos de cerámica realizados especialmente, para cada una de las habitaciones, las colchas o las alfombras de lana hechas a mano en Arcos, los muebles antiguos o de diseño, son multiples pequeños detalles que se han enmarcado entre los gruesos muros y esos horizontes despejados.
La Casa Grande le ofrece una estancia tranquila, con auténtico sabor de la tradición, donde la sensibilidad se aúna con la comodidad. Desde las charlas, las lecturas, los vinos y el sol saboreados en la terraza o en el patio, a las luces cambiantes que sorprenden la mirada, todo invita al sosiego.
La satisfacción de los dueños, y lo están consiguiendo, es atraer a una clientela que aprecie el hecho de alojarse en una casa con abolengo, habilitada con gran cuidado en los materiales y los detalles, y que huya de la uniformización y el bullicio de tantos hoteles.
Todas las habitaciones y los baños son distintos, éstos con solería y azulejos andalusís.
En la Casa Grande el trato es familiar, se sirven desayunos y se pueden degustar sabrosas tapas y los afamados vinos de la zona.